lunes, 9 de diciembre de 2013

Madre. Mamá. Mami. O, como a mi me gusta, Ma.

¿Recuerdas esos momentos de cuando eras pequeño en los que te creías el rey del mundo?
¡Qué equivocados estábamos! 

No salgas, que divertirse es malo.
No bebas, que puedes tener un coma etílico.
No fumes, que morirás.
No practiques sexo, que puedes tener enfermedades.
No vivas, que puedes romperte.

Estamos sujetos a tantas reglas, a tantas manías que nos dicen cómo debemos vivir. Las reglas son para romperlas.
Acabo de dejar de llorar, acabo de terminar algo así como una dura discusión (la cual mañana estará superada) con mi madre. Mi MADRE. Supongo que vuestros abuelos (quizá solo eran los míos, pero yo generalizo) os dirían: 'No le lleves la contraria a tu madre, que lo único que quiere es ayudarte.' Esa frase me sentaba como una patada en la boca, ¿por qué solo quieren nuestro bien? Eso es injusto, ¿los padres no se equivocan? Sé que si, por mucho que no quieran admitirlo (yo tampoco lo admitiría).
La discusión que he tenido con mi madre ha sido una tontería, pero de esas tonterías que duelen muchísimo. Y quizá por faltas de fuerza o de ánimo no quiero volver a sacar más el tema con ella, quizá porque lo he sacado muchas veces, parece que no siente nada al respecto o hace todo esto para que yo me haga más fuerte, aún espero una respuesta a ese por qué.

El problema es que yo, supongo que seré demasiado débil, necesito o necesitaba un empujón para seguir adelante y quizá, espero, lo que me está intentando enseñar es que no puedo esperar ese tirón de nadie más que yo misma.
Quizá es eso. Puede que lo sea.

''Se aprende de errores y hostias.''

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