jueves, 8 de mayo de 2014

Olvidamos la esencia de lo que eramos por follar.

Foto sacada de internet
Digamos que nos entendimos a la perfección desde el primer momento.
Digamos que supimos sentirnos bien el uno al otro.
Digamos que jugamos a no ser nada, siendo realmente todo.
Ella me abrazaba y yo no le dije nunca que no, ella me besaba y no le aparté nunca la cara. Ella me hacía sentir y yo hacía lo que podía. Nunca perdimos la perspectiva de lo que realmente eramos, unos vagabundos del amor que buscaban un corazón bajo el que refugiarse. Las cosas se alargaron demasiado. ¿Sabes que si estiras una goma llega hasta un punto y luego se rompe? Si. Eso pasó. Olvidamos la esencia de lo que eramos por follar, los besos y la ternura se convirtieron en orgasmos. Eso es bonito hasta cierto punto, el punto llega cuando te olvidas de lo demás y solo sientes atracción.
Negamos lo evidente, nos cegamos en sentir placer y no vimos como iban a chocar los trenes.
Ella conoció a otro, yo volví a dejar de sentir. Ella olvidó cómo me hacía sonreír y yo me olvidé de su olor. Fue una vida perfecta que perdimos en el olvido.

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