lunes, 14 de enero de 2013

¿Domingos dulces?

Tras un par de vueltas por la cama, y de darnos unos cuantos besos más me animo a decir mis primeras palabras del día: '¿Y si vamos a dar un paseo?' No son demasiadas pero con eso y un leve movimiento de su cabeza sé que hay que prepararse para salir.
Me pongo unos vaqueros cortos y una blusa ancha que deja al descubierto uno de mis hombro, él sale del baño y yo entro para asearme un poco, llevamos encerrados en su casa casi dos días, ya es hora de salir. Cepillo poco a poco mi pelo rubio, mirando de reojo hacia la habitación donde él se está vistiendo. Elige una camiseta blanca y unos vaqueros simples, sonrío al ver lo bien que le queda y después sigo a lo mío. 
Cuando salgo del baño le acaricio la mandíbula, notando la aspereza de su barba de tres días que tanto me encanta, le doy un pequeño beso en la barbilla antes de ir a por mi gorro.
Salimos a la calle notando el fin de la primavera y el inicio del caluroso verano, paseamos cogidos de la mano, gesto que me gusta, me siento unida a él. Aun no hemos hablado más que siete palabras y no nos importa, vamos mirando tiendas a las que nunca entramos, y sonriendo a la gente con la que nos vamos encontrando, bajamos la calle principal para terminar en el río. 
Al llegar allí me suelta la mano, yo empiezo a andar río arriba como acostumbro, me gusta dar eternos paseos para pensar un poco en mi, para respirar hondo. Recuerdo que hace un año pinté la puesta de sol desde este mismo sitio, me llevó una semana acabarlo, y cuando se lo enseñé él cogió el lienzo y lo colgó justo encima de su cama, la misma cama donde habíamos estado hace apenas una hora. Allí está desde entonces. 
Cuando vuelvo donde le había dejado no le encuentro, solo veo su ropa encima de una piedra. Al principio me asusto, pero cuando le veo en el agua chapoteando como un crío sonrío. Está bastante lejos pero veo sin dificultad su gesto de 'ven aquí' con la mano. Niego con la cabeza, riendo. Sé que al final acabaré cediendo, pero al negarme hago que venga a por mi, me desnuda lentamente para cogerme en brazos y meterme con él en el agua. Un pequeño grito sale de mi garganta al notar el agua fría, luego río al ver su cara, para después besarle. Antes odiaba los domingos, ahora también los odio pero un poco menos.
Después de un cansado día de chapoteos y besos volvemos a casa con el pelo mojado y las sonrisas bien puestas, pasamos cerca de la pastelería y le hago parar en seco por el olor, cierro los ojos, huele a bollos, huele a pan, me encanta. Me deja sola un momento y pasa a por un par de donuts, volviendo a mi lado enseguida, le guiño un ojo dándole las gracias por ello.
Domingos sin palabras, usando de intermediarios besos y caricias.

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